Hace cuatro décadas, los traficantes de Benín comenzaron a comprar gasolina (essence, en francés) al país productor de petróleo líder en África, su vecina Nigeria, y a trasportarlo de forma ilegal hasta su territorio.
En la actualidad, los capos de este lucrativo negocio cuentan con la complicidad de los políticos y las autoridades nacionales; dando lugar a una vasta red de tráfico y venta no regulada de combustible en la calle, a un precio menor que en las estaciones de servicio. Gracias a esta práctica se abastece la población del país.
Mujeres, discapacitados, estudiantes universitarios e incluso niños dependen de este negocio y desempeñan un papel clave. Todos ellos están expuestos a los gases nocivos que desprende la gasolina y al peligro de las explosiones que causan los accidentes de los transportistas, popularmente conocidos como "hombres bomba".