«¡No es posible, no es posible!», dice un joven senegalés en el puerto de Algeciras. Hace tres días que se esconde bajo lonas que dan sombra y que se mantiene con un pequeño bocadillo de queso. Más de 400 personas esperan con él; algunas duermen en el muelle, otras en el barco de rescate. Nadie las lleva a comisaría, ni al médico, ni a los centros de atención y acogida. Nadie. Nada.
En los ojos de estas personas, nada más que tristeza y resignación. En sus corazones, una fuerza más que humana para sobrevivir a las miserias que les han sido escritas. No hay vallas, ni mares, ni fronteras tan fuertes como el derecho a migrar que ejercen a cada paso.
Las fotografías forman parte de un reportaje realizado en agosto de 2018, en la zona del estrecho de Gibraltar.