Mis fotografías son un diario. No hablo de sirenas, centauros o criadas de la edad de oro holandesa, hablo de mí mismo. Todo lo que aparece en las imágenes es, para mí, algo muy específico.
Sin embargo, el arte es sorprendente porque es un código universal que se puede descifrar de mil formas. No puedo pretender que la gente entienda mi fotografía tal y como yo la comprendo o la siento. Una persona es libre de interpretar, tendrá asociaciones ligadas precisamente a su “bagaje” personal (cultural, profesional, social, emocional...). ¿Una persona no puede experimentar nada? Claro. Y está bien. No tengo ningún objetivo para “golpear” a todo el mundo. No intento transmitir algo a alguien. A su vez, por supuesto, estoy contento cuando la gente reacciona y comparte sus pensamientos conmigo. Eso es valioso.